He pasado demasiadas veces por la puerta de este restorán y no me animaba a ingresar. De hecho si se le juzgara solo por la entrada, estaría siempre vacío. Sin embargo, esconde un verdadero diamante y todavía puede ser pulido más.
A la hora de la cena tras un día agotador, decidí visitarlo.
Un lugar enorme, al que se accede por un largo pasillo, muy bien ambientado, sobrio y acogedor. Dirigí mis pasos hacia la terraza al fondo, algo me decía que era mejor que estar en los comedores o la zona del bar. No me equivoqué.
Un patio grande y precioso, con pasto y una piscina habilitada y posible de usar (habría que llevar traje de baño, por cierto), iluminación tenue, música suave (bossa) y una paz deliciosa que se respira entre estatuas, vegetación e imagenes de la cultura budista. El sonido del agua en un surtidor de la piscina es maravilloso fondo para gozar una buena cena. Además hay sillones por todos lados, como para descansar relajadamente, mucho espacio y una vista disfrutable.
Tardaron en atenderme, pero pronto tuve mi agua mineral para refrescarme un poco y de paso, ordené mi cena. La primera sorpresa es que no hay vino, de hecho, nada de alcohol. Estupefacto, ya que no esperaba algo así, interrogué un poco y recibí una buena noticia, todo problema es una oportunidad y se puede llevar el vino y atentas copas las pone el restorán. Es decir, eliges el vino que quieres degustar y simplemente lo llevas para tu cena. Bien por eso!!
Pedí un plato llamado Pad Grapraw con camarones, que resultó ser una maravilla. Un salteado de champiñones, albahaca, ají fresco y camarones acompañado de una porción de arroz blanco envuelta como un regalo en hojas de bambú. Para comer el arroz debí retirar el broche, un mondadientes. Un plato contundente y al mismo tiempo de sabores delicados.
A falta de un buen vino (para la próxima llevo uno de los míos) pedí un jugo de frutas muy especial, un batido acuoso de piña, limón y menta, fresco y sabroso.
Las chicas muy simpáticas pero con escasa preparación en servicio, descoordinadas y bastante ausentes. Por suerte, no tenía horario fijo para esta aventura, por lo que igual lo pasé muy bien.
Para el postre, unas brochetas de piña salteadas en leche de coco y espolvoreadas con un molido de maní. Un postre tibio delicioso.
Finalmente, debí ir a la caja a pagar ya que tras una espera bastante más que razonable no apareció nadie y ya era hora de marchar.
Pad Thai, comida extraordinaria, hermoso lugar y con una deuda en el servicio a las mesas que espero mejoren pronto.
miércoles, 13 de febrero de 2008
Pad Thai : puede ser mucho mejor
Etiquetas: barrio manuel montt, comida tailandesa, pad thai, restoran
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