domingo, 28 de septiembre de 2008

Baños de Colina : delicias de primavera

Un fin de semana en la montaña claramente era un krrt de lo mejor y se cumplió a cabalidad. La cita fue a las 8 de la mañana en Plaza Italia, para abordar un bus que nos llevaría a los 16 entusiastas excursionistas que huíamos de Santiasco para disfrutar de la montaña.

En el camino se nos unió un trío más y tras un largo camino hacia el Cajón del Maipo, nos encontramos en Lo Valdés, último tramo en que era posible circular con motores. Allí, cargamos las pesadas mochilas (esta vez con lo suficiente para acampar y pasar el fin de semana en la montaña) y tras los acuerdos básicos de comunicación, nos lanzamos a la aventura.

Cuatro horas de caminata por un camino muy accidentado, cortado por avalanchas de rocas y sobretodo por la gran cantidad de nieve, hicieron las delicias al esfuerzo y pusieron a prueba el estado físico de los convidados a este disfrute.

Los primeros que llegamos a las Termas nos enfrentamos al dilema de conseguir un precio aceptable para hacer uso de la montaña. ¿Cómo es posible que Chile haya privatizado la montaña? Es una verguenza.

Tras llegar a un acuerdo, esperamos la llegada de todo el grupo y nos fuimos a ubicar a una explanada cerca de las pozas termales y armamos campamento.

Siendo media tarde, parecía del todo adecuado irnos a disfrutar las pozas de agua termal y no nos hicimos de rogar. Estuvimos horas probando las diversas temperaturas de las aguas maravillosamente cálidas que la montaña nos regalaba hasta que la nevazón se hizo presente. Impactante espectáculo, mientras estabamos sumergidos a una temperatura bastante alta, nevaba sobre nuestras caras. Impresionante!!

Poco a poco fuimos saliendo de las pozas y volviendo al campamento, en donde con bastante esfuerzo comenzamos a armar una fogata. Hacía frío, pero las ganas de pasarlo bien eran mayores, así que conseguimos armar un asado de campeonato, con presas de pollo y longanizas para deleite de todos. Tras la nutrida cena, nos fuimos a refugiar en nuestras carpas, ya que la nevazón estaba dejando todo blanco, muy blanco.

Una noche fría y silenciosa, que casi a las 7 de la madrugada, se llenó de lindos sonidos de los pájaros que reclamaban alimento (estas aves de montaña saben reclamar alimentos de los visitantes). Cuando salí de mi carpa, hacía un frío de miedo y aunque me afané por calentar agua para un café, no lo conseguí tan pronto. Cerca de las 8 de la madrugada la vida bullía en el campamento y tomamos un gran desayuno compartido.

Tras el desayuno, solo quedaba disfrutar el hermoso día de sol, completamente despejado, solo había que sumergirse en las aguas termales y descansar. Así estuvimos hasta cerca del mediodía, momento en el cual decidimos que era menester prepararnos para el regreso. Deshicimos el campamento, fuimos a cargar agua y caminamos de regreso. En ese trance nos encontramos con el contingente de Los Malayos que venía por el día a visitar el lugar. Muchos abrazos y queridos amigos, hicieron del regreso un conjunto de pausas deliciosas.

Durante el regreso, fuimos disfrutando poco a poco, los alimentos gourmet propios del menú malayo, de tal manera de hacer disfrutable todo el periplo.

Gran paseo, lindas amistades!!!

El Barbero de Sevilla : gran comedia

Esta ópera cómica del siglo 19, peca de contemporánea, ya que las situaciones que presenta son perfectamente actuales por su humor deliciosamente universal. La obra de Rossini juega divertidamente con la picardía y juegos de los personajes, consiguiendo la complicidad del público. Acaso el amor no necesita el apoyo de todos?

El personaje de Fígaro es interpretado por un artista excepcional, con todo el cuento de un mago de la escena, fantástico, divertido y muy actual. En ocasiones parece un rapero lleno de vida, un personaje de las barriadas, astuto, vivaz y sobretodo ingenioso.

El conde de Almaviva palidece ante la inteligencia de Fígaro y ambos son sometidos a la inteligencia y sensualidad de Rosina, la femme fatale de la obra. Exquisitos contrapuntos de estos personajes dan el tono jocoso a la ópera. Don Bartolo, finalmente una víctima del proceso, ya que a su edad, no logrará enamorar a la voluptuosa Rosina, aunque intentará de todas las formas posibles entorpecer el trance.

Maravillosa comedia, un despliegue de virtuosismos, armonías y gracias por doquier que hacen de esta obra una de las más delicadas piezas que se han presentado en el Municipal.

Gran filete, completamente disfrutable!!

Cerro El Roble : un paseo filete

Siendo aún un periodo invernal, hay cerros que son mucho más bellos con la nieve y los colores del invierno. Este cerro de la quinta región es un caso especial de estudio.

Más de treinta malayos se hacen presentes para este paseo. Combinando esfuerzos con el Club de Montaña de BancoEstado, viajamos en un bus hacia este delicioso destino. Tras los prolegómenos habituales, bloqueador solar, ajuste de cargas y demases, nos enfrentamos a un camino con mucha nieve y aire delicioso para respirar.

Este paseo incluye malayos asiduos, además de niños y mascotas diversas. Es muy divertido constatar que hay pocos lugares y actividades en las cuales haya tanta diversidad y buena convivencia. Son varias horas de ascenso en un paisaje maravilloso de bosques de robles, nieves y sobretodo de esa sensación de ser testigos exclusivos de una maravilla natural que resplandece ante nuestos ojos.

Usamos el camino de automóviles para transitar, aunque salvo por un par de excepciones, solo estamos los caminantes disfrutando el silencio la belleza del lugar.

En la medida que van llegando a la cumbre, se va generando el ambiente ideal para el apetitoso banquete malayo. Las ganas de compartir nuestras meriendas y hacer de ese momento algo especial, algo único, gana 100% el escenario. Frutas, cereales, exquisiteces gourmet, un rico té con especias, chocolates y café preparado para la ocasión, hacen un espectáculo de sabores y delicias que nos obligan a repetir una y otra vez estos paseos malayos.

Tras el descenso, pasamos a comer unas ricas empanadas, comprar buenas aceitunas y tortillas en Til-Til, ritos que nos anclan a las delicias de una buena excursión.

Hasta el próximo paseo!!!

Medesky, Martin & Wood : gran reencuentro

La experimentación en jazz es todo un género en si mismo, sin embargo, pocas veces podemos ver en Santiasco un espectáculo de este nivel. Es segunda vez que tengo el placer de ver en vivo a este trío excepcional. Un Teatro Oriente repleto, a mediados de septiembre, como se merece una banda de este tipo. Me llama la atención lo variopinto de la audiencia, muchos jóvenes pero también muchos viejos con sus hijos. Notable!!

Con un sentido atraso, llegan al escenario y parten sorprendiendo, Martin en las percusiones acompaña de manera genial al sonido que Wood imprime a ese bajo milagroso, un sonido increíble. Jazz post moderno en acción, al que pronto se unen los sicodélicos acordes de Medesky en su multitud de teclados y paneles electrónicos con los que juega y deleita a todos.

Es sorprendente notar que el bajo que toca Wood se ve viejo, al igual que los teclados de Medesky, instrumentos viejos pero con sonidos nuevos, llenos de energía, de una juventud jazzística sorprendente.

Más de una hora y media de música extraordinaria, sin pausas, un deleite a todo dar. MMW es un grupo que no es posible cansarse de escuchar, maravilloso espectáculo!!!

Montevideo : mucho que videar

La decisión de viajar a esta interesante ciudad la tomé una madrugada cuando escribiendo mis cavilaciones me di cuenta que necesitaba distancia. Cuatro de la madrugada, es hora de comprar pasajes, no fue el mejor momento considerando que era un feriado largo y que posiblemente los plazos para confirmación estarían al límite.

Comprar pasajes fue una delicia. Lan.com ofrece todas las facilidades para ello, pero se olvidan que la experiencia requiere algo más. Lo concreto es que obtener un hotel, fue un calvario. Quedó claro que los tiempos instantáneos de internet se chocan brutalmente con los modelos de procesos basados en los tiempos offline. No había ninguna posibilidad por internet de reservar ni garantizar que tuviese un lugar para depositar mis huesos en Montevideo.

Me decidí pasar al modo telefónico y, bueno, tras unos 10 llamados, durante sábado y gran parte del domingo, conseguí al límite del fin de semana un lugar en la zona de Pocitos en Montevideo. Programé despertadores (tengo que usar tres) y el radiotaxi llegó oportuno para llevarme al lugar de partida y alcanzar un café. Abordar el avión y con solo cuatro minutos de retraso, aterrizamos en la zona de Carrasco en ciudad de Montevideo.

Una vez afuera del aeropuerto, pude disfrutar de un día soleado y muy claro. Un cielo perfectamente azul (no el cielo de carbón de Santiasco). Tomé un taxi con un chofer parlante, amable y educado, me dio muchos tips interesantes y me cobró 100 pesos uruguayos de más. Los pagué gustosos, adoro la información y la amabilidad.

Ya en el hotel considerando que el horario de checkin apuntaba a las 14 horas y recién eran cerca de las 10:30 horas local (hora Santiasco +1), pedí baño para mojarme la cara todavía un poco somnolienta, un lugar seguro para mis cosas y salí a caminar

Usé la vía más propicia, la Rambla, que no es otra cosa que la costanera deliciosa por la periferia del Río de la Plata. Caminé, hasta que regresé al hotel, seis horas admirando el sol primaveral, el cielo azul y el aire verdaderamente exquisito que hay en esta ciudad. Hay que destacar que corriendo, caminando o bien en las ciclovías que recorren toda la costanera, había gente disfrutando la mañana del día lunes.

Con el almuerzo de carácter típico, una “chivita canadiense”, me reí mucho. Efectivamente no era chivo y mucho menos canadiense. Se trata de un sándwich basado en un rico lomo de vacuno, con lechuga, tomate, pimientos, aceitunas verdes, mayonesa, rollos de jamón y queso derretido, todo junto en un plato pequeño, muy pequeño para contener el sándwich y una montaña de papas fritas. Una delicia de colesterol y sabores!!!

Tras un descanso en mi cuarto, comencé a planificar una cena adecuada a mi entrada en Uruguay. En los alrededores, encontré un restorán interesante. El sitio llamado Parrillada Trouville, un lugar precioso, con varios salones bien armados, considerando el fogón de leña donde preparaban las carnes a pedido. Partí con agua mineral sin gas, para preparar el paladar. Solicité un baby steak (no habría podido comer algo mayor, era enorme), acompañado de papas Trouville (resumidamente papas fritas en salsa de tocino y queso) acompañado del mejor Tannat del restorán, un Pisano, Pájaros Pintados (el nombre que los indígenas daban a Uruguay), un reserva del 2006. La comida excepcional, la música de Sabina muy apropiada y la conversación con los mozos estupenda. Me dieron muchos datos interesantes.

Lo primero y que posteriormente confirmé es que casi no hay niños, este es un país de viejos, fenómeno que como deben saber, también se está presentando en Chile. También, hay pocos perros callejeros (todos tienen dueño y hasta patente) y ningún mendigo (obviamente los hay pero son pocos); es una ciudad bastante plástica, se ve bien lo bonito y se oculta increíblemente lo “no tan bonito” (que a no dudar existe y lo veré en los próximos días).

Dormí plácidamente hasta las 8 horas del martes (7 de la mañana en Chile, consideren el sacrificio!!), un desayuno en el piso 12 de mi hotel y me preparé para una incursión profunda a la ciudad.

Cargué lo necesario y me dirigí hacia la Ciudad Vieja caminando, plácidamente y en modo inspección (para guardar las proporciones estamos hablando de más de 50 cuadras para llegar al lugar en que nació la ciudad de Montevideo hace muchos años). Me encontré con una ciudad muy vacía aunque progresivamente se iba plagando de actividad comercial mientras avanzaba. No es muy distinta a Buenos Aires en la avenida 9 de julio o la Alameda de Chile.

Llegué hasta el último extremo caminable de la ciudad en esa dirección, una entrada artificial de 200 metros en el Río de la Plata, que la verdad recorrí bastante temeroso por que el viento era tremendo y esa sensación de caminar sobre el agua y que el viento te botaría en cada instante, no fue tan delicioso. En fin, experimentar es algo que no puedo evitar.

Volví hacia la ciudad visitando cada feria popular que descubría, incluyendo el puerto y las plazas de artesanías, todo muy revelador de la realidad. Se vende mucha ropa usada por comerciantes bastante humildes. Lo increíble es que no se ve pobreza evidente como en Chile, aparentemente la clase media está muy extendida. Como todos los países de este lado del mundo, ya están naciendo nuevos barrios ricos, curiosamente más pegados al aeropuerto, en el barrio de Carrasco. Se construye progresivamente una Dehesa (al estilo chileno del arribismo) y que evidencia residenciales muy ostentosas. Los escaladores sociales y los arribistas ya tienen barrio en Monteciego.

Un edificio notable es el Palacio Salvo, extraordinario y ya con 80 años de existencia. Es casi barroco o quizás gótico, propia aparecer en una película de Batman. El puerto enorme y con una actividad frenética. También pude visitar el mausoleo del héroe nacional Artigas en el subsuelo del gigantesco monumento que hay en la plaza principal.

Comí al paso una ensalada mediterránea, a decir, bastante extraña. Un arreglo de cortes de tomates, cebollas, huevo duro, papas, salsa york, queso y mayonesa. Una pequeña y sabrosa bomba, todo lo cual acompañe con una sabrosa cerveza.

A media tarde me prepare un refrigerio para consultar otros sabores, unas empanadas de carne y una botella de vino Pisano 2007 con una mezcla muy sabrosa 60 por ciento merlot y 40 por ciento tannat.

Ya tarde decidí visitar la bohemia y tras visitar unos cuatro sitios, me quede en el Barba Roja, un pub bien armadito con música de 80 y 90 a beber un buen ron y servirme picadillos.

Un día lluvioso, lluvia fina pero persistente, me permitió dormir hasta tarde (para que me iba a levantar?). Solicite una faina, lo que parece ser una tortilla de pasta de garbanzos que se fie en una plancha. Es sabrosa aunque sin añadirle salsas o quesos, el sabor termina saturando. También probé la versión local del hotdog, llamados panchos, consisten en el pan y la vienesa. La gran mayoría le aplica una mostaza suave y nada más. Ciertamente sigo prefiriendo mi “Italia tomata abajo” del chileno Dominó.

Montevideo también se formó con italianos, además de africanos y españoles, por eso hay buenas masas. Me serví unos ravioles Carusso tremendos, con una cantidad de crema, quesos y champiñones y jamón que jamás imagine. Deliciosos y bien acompañados de cabernet sauvignon de Don Pascual, bastante adecuado para el plato.

Quizás lo mejor que tuve oportunidad de ver, fue el espectáculo Falta y Resto, un teatro lleno para ver una Murga, un espectáculo de carnaval, a cargo de una agrupación que ya suma 25 carnavales y que son furor entre los montevideanos. La chispa popular en cantos llenos de ingenio, una suerte de “raps” que combinan crítica social, buen humor y sobretodo, sintonía con los “padeceres“ y felicidades de un pueblo. Extraordinario espectáculo, gran calidad vocal, buen humor e histrionismo.

Tras este delicioso show, pasé por unas empanadas a La Barca (su especialidad), algo de comer y beber en La estada (una suerte de bar parrillada) y luego solo me quedó caminar en una exquisita noche hacia mi hotel, ya que Montevideo muere temprano (2 AM es muy temprano, no creen)

La cena del siguiente día, estuvo excelente. Un Salmón cocido a la plancha y terminado al horno, acompañado de cebollines glaseados y puré marmolado de calabaza y papas con una finísima crema de albahaca y azafrán. Capítulo aparte lo tuvo el pan campestre, un pan de campo, untado en ajo y tomate gratinado con mozzarella fresca , al que se añade un rico jamón crudo y rúcula. Fantástico!!

Al siguiente día, un excelente almuerzo en el Restorán Atlántico, unos calamares de miedo (la verdad fueron de miedo pues me cayeron muy mal), seguido por un lomo con puré de morrones, champiñones y hongos. Exquisito almuerzo en la orilla del Río de la Plata, siempre acompañado de una música lounge definitivamente perfecta.

Por la noche, una visita al Om, un restobar con jazz en vivo (aunque solo estándares y covers con hartas sambas y boleros) Una genial conversación con el barman, si sabe de música y compartimos un buen rato datos sobre buena música, mientras me bebía unos buenos cócteles.

En fin, debía salir de Montevideo y creo que echaré de menos tanta diversión. Una ciudad muy disfrutable a pesar de sus horarios de viejos.