domingo, 10 de enero de 2010

Tres noches de jazz en Providencia : deliciosa música

Todos los meses de enero espero con ansias disfrutar la música en vivo de los invitados a este festival de jazz que ya se acerca a una década de antiguedad.

Recuerdo con cariño las primeras versiones en el Parque Forestal específicamente en el Parque Balmaceda, sencillas y gratuitas, pero enormemente disfrutables. Estas versiones más contemporáneas son muy comerciales, pero la calidad de los invitados sigue valiendo la pena.

La primera noche, con ritmos de jazz cubanos y mesoamericanos, deliciosamente rítmicos y hasta bailables. Yosvany Terry, cubano de nacimiento pero anclado en el pretensioso paisito del norte, nos deslumbró con la musicalización de un poema de un Premio Nacional chileno, cantado por Rossana Saavedra y que pasaría a constituir el primer himno del Bicentenario. Extraordinaria canción, a mi juicio un buen acierto y sobretodo en la partida del festival.

Los ritmos afrocubanos del grupo de Terry encantaron rápidamente y su show estuvo marcado por la euforia del público. Le siguió un compuesto Héctor Martignon, colombiano, gran pianista y compositor, mostró la calidad de un profesional al 100%, aunque menos taquilla que Yosvany, supo ganarse a un público mas bien tímido que no alcanzó a llenar el recinto.

La segunda noche, traía un plato garantizado, Joey De Francesco, un organista de Hammond excepcional, un filete de jazz que hizo las delicias de todos, claramente un maestro. Había tenido la oportunidad de disfrutar su arte en otro festival y estoy seguro que supero con creces las expectativas. Solo con el acompañamiento de un guitarrista y un batero, ambos buenísimos, De Francesco dió una lección de buen jazz.

Otro plato fuerte, esta vez desde Brasil, fue Joao Bosco un artista excepcional que mezcla virtuosamente el jazz y el bossa, cálido y terriblemente simpático, fue una maravilla su despliegue musical. Exquisita segunda noche!!

La tercera y última noche de Festival, partiría con el consagrado coquimbano Cuturrufo, virtuoso trompetista y tremendo controlador obsesivo de todo, hasta intentaba definir cuando debía aplaudirse. Gran show, aunque Cuturrufo, pienso, debe aterrizar en la realidad.

El último artista, consagrado en muchos escenarios, fue el increíble Richard Bona, camerunés y virtuoso hasta el espasmo, derrochó simpatía, talento y por sobre cualquier consideración, una sencillez digna de un genio del bajo y de la interpretación vocal. Su espectáculo fue definitivamente delirante, maravilloso.

Gran Festival!!!!

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