domingo, 13 de diciembre de 2009

Aventura en la montaña : rastreando un DC-6

La gran mayoría de los fines de semana salgo con mis amigos malayos a la montaña a realizar un delicioso trekking en nuestra maravillosa cordillera central. Sin embargo, hace un mes que no me era posible salir de Santiasco y para deleite mío, el reencuentro con mis amigos fue una gran aventura.

Puntualmente a la cita, llegamos 11 malayos (una cifra pequeña pero que se justifica debido a que el paseo debió hacerse un día sábado). Luego de trasladarnos a los vehículos 4x4, enfilamos hacia el Cajón del Maipo al sector de Lo Valdés. Allí, tras embetunarnos con protector solar (el sol prometía ser despiadado este día) comenzamos un ascenso por una fuerte pendiente y con un terreno de acarreo fuerte, lo que anunciaba prontamente que sería un viaje "comepiernas".

Los paisajes hermosamente coloreados por esas divinas flores silvestres y esa vegetación de cerro tan característica de la zona. En el camino se nos unieron dos hermosos perros que resultaron ser una gran entretención e incluso más adelante, hasta nos sirvieron de guías.

En varios tramos de nuestro acercamiento a la zona en donde cayó en 1965 el avión DC-6 de LAN (tragedia con 87 muertos!!!) nos encontramos con que el sendero había desaparecido debido a gigantescos derrumbes. Por suerte, siempre encontramos la continuación incluyendo la ocasión en que uno de los perros nos mostró en donde continuaba el camino. Genial!!!

Casi cuatro horas de caminata para llegar al lugar en donde encontramos una cruz que marcaba el sitio del accidente. No pudimos encontrar restos a la vista, pero el valle que se anunciaba en una quebrada nos sedujo y seguimos caminando otra hora más para encontrar un refugio en donde decidimos almorzar y descansar.

Mientras almorzábamos, fuimos testigos de una persecusión que los perros hicieron tras una liebre, la cual milagrosamente escapó ascendiendo por una ladera de unos de los cerros. Era obvio que los perros tenían hambre y como no fue suficiente lo que les dimos de comer, buscaban su propia comida. Más tarde uno de los canes lograría atrapar una liebre y darse su personal festín.

Como es habitual, nuestro almuerzo malayo estuvo plagado de delicias compartidas, maní al merken, aceitunas rellenas con ajo, cereales, galletas, el rico café de David acompañado de chocolates de varios tipos, un té con especias y miel y como corresponde una rica botella de vino.

Para el regreso nos reservamos el rastreo de partes del avión ya que a pesar de los años transcurridos aún debían existir. De hecho, subiendo y bajando lomas y morros, dimos con varios trozos de fuselaje, algunas piezas con pintura del logo de LAN, restos de un neumático del avión, tubos, pequeñas vigas, en fin, restos de lo que debe haber sido un tremendo desastre.

El regreso bajo el intenso sol y la exigencia de una bajada en permanente acarreo, no estuvo exenta de algunas caídas, más divertidas que dolorosas para tras casi 8 horas de paseo regresar al punto de partida.

Gran paseo, una verdadera aventura que registré parcialmente en estas fotos.

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