Tras el emocionante recital de Patricio Manns, salimos con el hambre a cuestas y muchas ganas de conversar. Los pasos se dirigieron en control automático a ese pequeño local de Providencia con General Canto, El Candil.
Una botella de cabernet sauvignon fue acompañamiento obligado de esos Kebabs delirantes, casi lujuriosos por su sabor y los buenos recuerdos que evocan.
Buena música pop, poco gentío y mucha conversación dieron pauta a la cena. El cansancio de una semana pesada y las expectativas de un weekend disfrutable, trajeron aceleradamente el sueño como postre.
Una película a medio ver, me espera en casa.
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