Un sitio que descubrí alrededor de un mes atrás, en plena marcha blanca, era una apuesta arriesgada para un almuerzo colectivo, pero cuando hay calidad, vale la pena cierta incertidumbre.
En la interesante oferta gastronómica del barrio Lastarria faltaba la contundencia de los sabores peruanos y cuando descubrí este sitio, supe de inmediato que se incubaba algo bueno.
Llegamos a tiempo para hacer uso de la reserva que efectué entremedio de mi ajetreo laboral y rápidamente ocupamos las mesas que había elegido. Con bastante eficiencia, la chica que nos atendería, nos proveyó de las cartas y pobló la mesa con unos potes de rico maíz tostado, unos filitos de masa y una salsa exquisita, que fue un buen preludio de los sabores que podríamos disfrutar.
Por ser tan nuevo, aún no pueden expender alcohol, pero los jugos y bebidas fueron buenos suplementos, mientras elegíamos nuestros platos y de paso admirábamos el notable diseño del local. Pequeño pero de excelente buen gusto, con maderas, mucho blanco y pequeñas reminiscencias incaicas en grabados en paredes y zócalos. Hasta un pequeño lounge incluye el lugar. Muy lindo!!
De la gastronomía peruana nadie tiene dudas de su exquisitez, pero es fantástica la versión que gozamos hoy, cada plato una belleza fragante y deliciosa que deleitó todos los paladares asistentes.
Tiraditos, Tambos salteados, picante de camarones y hasta una ensalada César, fueron maravillas nacidas de las manos de un talentoso chef. Disfrutamos los sabores intensos y la belleza de cada plato.
Buen lugar, solo falta que puedan vender los pisco sour con sabores!!!
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