Este domingo volví a mis andanzas de madrugada. Un trekking malayo a un cordón montañoso nuevo, en La Dehesa. Se trata de tres cerros de larga aproximación y donde el primero de ellos es el que visitaríamos en esta oportunidad.
A las 7:30 horas en punto en el lugar de encuentro y un rápido periplo hacia el final de la calle La Dehesa. Nos juntamos más de una docena de malayos, dos de ellos nuevos (reclutados por nuestro agente Janito). Una mañana fría aunque el pronóstico era un día soleado.
Comenzamos la trayectoria de aproximación por senderos bastante barrosos y húmedos, una bonita vegetación silvestre y una vista hacia Santiago terrible, la mancha negra del smog es demasiado asquerosa. ¿cómo vivimos allí?
Tras más de tres horas de caminata, nos encontramos con los restos de un accidente aéreo (es increíble que aún estén aquí) y comenzó la nieve y el hielo de los últimos días a hacernos un poco más complejo el ascenso. Fue trabajoso avanzar haciendo escalones en la nieve a golpes de piés, pero hacer escalones es la única forma de avanzar seguros.
Un aspecto curioso de este ascenso es que siendo de una altura menor, habían muchas nubes más abajo y hasta pasó una avioneta que pudimos ver desde arriba. Daba la sensación de estar muy alto.
Llegamos a la cumbre todos, lo cual nos permitió oportunamente disfrutar de nuestro más esperado rito, el menú malayo. Esta vez, aceitunas rellenas de pimentones y otra versión con ajíes. Manís con miel, frutas, sandwiches y galletas varias y por supuesto el café mañanero que nuestro gran David nos prepara para cada paseo.
Abandonamos presurosos la cumbre pues el frío nos ahuyentó y una neblina espesa comenzó a manifestarse. Cerca de las 15 horas ya estabamos de vuelta a los transportes, cansados, con mucho barro en botas y ropa, pero contentos, nos ibamos a casa.
La adrenalina y la serotonina circulando por el cuerpo es un beneficio delicioso de estas aventuras malayas. Vale el esfuerzo!!!
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