Está convirtiéndose en una virtuosa combinación el tener paseos conjuntos entre la Rama de Andinismo del Banco y el Club de Los Malayos.
En esta oportunidad, se trataba de ir al sector de Olmué, al Parque La Campana cuyo trofeo es ese hermoso cerro de pequeña altura pero largo ascenso. Veinte y cuatro comensales para comer el filete de este paseo, llegamos muy temprano al transporte que oportunamente nos esperó en Plaza Italia este amenazante domingo de lluvias.
Un viaje presuroso para llegar a un parque afortunadamente librado de cobros por tratarse de un día de fiesta. En pocos minutos, todos estábamos antes de las 10 am listos para iniciar la caminata. Muchos conocidos, algunas sorpresas, pero sobretodo muchas ganas de pasar un buen domingo.
Un placer reencontrar a varios amigos de paseos anteriores, Ricardo a quien no veía desde diciembre, a Claudia con quien nos conversamos un cerro completo en noviembre y tantos otros, con quienes he pasado buenos momentos de compañerismo y montaña.
Ascendí un tiempo con Ricardo quien, gracias a su increible estado físico, se perdió, definitivamente se perdió, ya que nunca llegó a la cumbre, hasta que lo encontré al regreso al bus al terminar el día. Caminamos por un buen trecho con Claudia, divertida compañía a quien, cuando se acaloró, ayudé a quitarse los pantalones (segunda capa) mientras me tapizaban de tallas por mi "urgencia". En fin Claudia es una gran deportista y la dejé mientras aceleraba el paso hacia la cumbre. Seguí conversando con Milagros, una venezolana muy amistosa a quien acompañé hasta que me di cuenta que si no apuraba el paso, era posible que la lluvia me alcanzara (manía de tratar de adelantarme a los hechos).
Hice cumbre solo, en algo menos de 3 horas, tras perderme un par de veces y asustarme mucho con un viento tremendo que me azotó más de una vez. Lo cierto es que en la cumbre me encontré a Claudio, un portento de Los Malayos, quien llevaba cerca de una hora en ese lugar (plop!!). Como sea, el viento estaba bravísimo y solo atiné a protegerme entre las rocas mientras esperábamos al resto del grupo. Claudio se había hecho maña para calentar agua y hacerse café, maestro!!!!. Yo casi muero del frío atroz que me dió la ventolera en la cumbre.
Poco a poco fueron llegando casi todos ( varios decidieron descender antes). Así que el ritual malayo comenzó a tropiezos, por mi parte ofrecí una degustación de galletas con paté de ciervo, por ahí aparecieron unos benditos huevos duros, manís y nueces, un rico té caliente y ese café brasileño inmejorable que David nos prepara de madrugada para acompañar un exquisito turrón uruguayo.
En definitiva, el viento era tan fuerte que decidimos bajar a la mayor brevedad. Nos lanzamos en la vertiginosa sensación de caer, pero a medio camino, a través de las radios nos dimos cuenta que había problemas. Un par de chicas se habían extraviado y de no ser por la sabiduría del maestro David, el problema habría sido mayor. Al final, otro chico se había perdido también, pero pudo ser ubicado (según él no se había perdido solo tenía un problema de orientación (?))
En el sector de la mina esperamos al grupo, aunque se hacía tarde, había un bien mayor, asegurar que todos llegaramos felices de regreso.
Ya embarcados en el bus de regreso, pasamos a un lugar a comer unas ricas empanadas y comprar aceitunas y tunas de ocasión. Con hambre, todo es delicioso!!!!
Llegamos a Plaza Italia bastante tarde, pero felices de un día lleno de emociones
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